07 de novembre 2009

No por hallazgo intelectual, sino por instante (I)

"En poco terrenos como en el de la narración amorosa se justifica el miedo a las consecuencias -generalmente catastróficas- que se derivan de haberlas elaborado, y ésa debe ser la razón por la cual muchos se andan hoy con pies de plomo antes de pronunciar el más triste "te quiero". Así, la desmitificadora juventud actual, cuya declarada pretensión es la de librarse de todo tipo de cadenas, se escabulle del compromiso retórico con el mismo empeñado ahínco que sus antepasados ponían en silenciar el acto carnal, donde más tarde o más temprano acababan desembocando, sin embargo, aquellas prolijas razones de trovador entusiasmado y falsamente arcangélico. La gente joven de hoy, crecida en el escepticismo y cantora del desarraigo, se atiene como norma más a las obras que a las razones, aunque algunos paguen su cautela con la inconfesada añoranza de unos paraísos que sólo conocen a través de la literatura y que idealizan furtivamente, a pesar de haberlos proscrito como ridículos. (Lo que no tienen en cuenta es que sólo con condenar al destierro las palabras de amor, no se conjura automáticamente la complejidad de unos sentimientos que, incluso informulados, se siguen revelando resistentes a la destrucción. El asunto no es ta simple como parece, y a los amantes sin narración amorosa les puede salir, como a los demás, el tiro por la culata. Más que nada, por no pararse a pensar que ellos están elaborando, a su vez, una retórica de recambio -la del desarraigo- igualmente atenida a patrones literarios y que esclaviza incluso más solapadamente porqué aún no ha empezado a despertar sospechas.)"
El cuento de nunca acabar, Carmen Martín Gaite.